miércoles, 6 de enero de 2010

A veces la vida nos golpea duramente, mucho más cuando se trata de la partida física de  un ser querido, cierta vez cuando ocurrio la muerte de un niño hijo de un amigo, escribí este poema inspirado en la oración de San Agustín.


ESCUCHA MI RISA

Mamá, seca tus lágrimas y escucha

el coro de ángeles del que yo soy parte,

el trino de los más bellos pájaros,

y las más suaves melodías del alma.


Cierra tus ojos y trata de ver mi mundo,

un verde prado, un cristalino arroyo

un azul cielo, un brillante sol,

una radiante luna y titilantes estrellas multicolores.


Sabes mamá, aquí el odio no existe,

los niños no mendigan un mendrugo de pan

tampoco portan armas ni son presa fácil de los mayores

acá los niños son felices y yo también lo soy.


Se que quisiste y quieres mi felicidad,

entonces no llores, yo soy feliz

y quiero que tu también lo seas,

y aunque no me veas a tu lado estoy.


Vive, no te mueras con mi muerte,

ya ves que mi muerte es vida,

siente mis manos acariciar tu rostro,

secar tus lágrimas con mis besos,

vivamos los dos en nuestros mundos,

y Dios dispondrá el día y la hora en que estemos juntos,

mientras tanto se feliz, que yo lo soy.